13 dic 2012

¡¡¡Jaguar!!!


A lo largo de los technoides 90, habíamos ido aprendiendo. Por ejemplo, que buena parte de los Padres Generadores tenían sangre latina en sus venas, incluso aunque sus apellidos fueran gringos a más no poder. Y aquí, a finales de la década, surgía esta barbaridad de corte destinado a convertirse en un clásico (también habíamos aprendido lo que dudábamos al principio, que el techno ¡tan funcional! podía producir obras eternas).

Pero no había duda, esto era tan tremendo cómo definitivo y diferente. No solo porque DJ Rolando aka The Aztec Mystic (Rolando Ray Rocha, 1970, Detroit) se presentara a sí mismo como un orgulloso guerrero mesoamericano en la república subterránea y negra de Detroit, sino porque en su música y en sus sets retumbaban otros ritmos, otras evocaciones, otras latitudes. Eran techno, sí, y eran latinos.

"Me, Brut and Raul"


Por alguna razón, mientras los sets de DJ’s americanos y (sobre todo) británicos habían buscado nuevas avenidas en lo tribal, todo lo más algo de samba, la potencialidad de lo que ampliamente conocemos como salsa, había sido casi ignorada. Jaguar traía ese aire, ese menear de caderas tan complicado para anglos y sajones, germanos en general. Jaguar se debía bailar, no con light-sticks en la penumbra, sino con maracas en las manos.

Lo revelador de Jaguar no pasó inadvertido ni siquiera a Sony records, que ante la imposibilidad de licenciar la pieza por la oposición frontal e ideológica de Underground Resistance (el sello original), trató de fabricar una copia beat a beat de la misma. Con resultados tan penosos como un boicot de techno-militantes que tiró abajo el servidor de Sony y acabó conduciendo a que la multinacional retirara su plagio, borrado de la memoria si es que alguna vez estuvo en ella. Sin embargo, la respuesta de UR fue contundente y se concretó en un EP de remezclas, casi tan célebres como el original (Jeff Mills, Mad Mike y Octave One). Revenge of the Jaguar, se llamaba.

Knights of the Jaguar (1999, por cierto) contenía el Jaguar y su otra cara, Ascension, era una pieza más oscura, con uso de voces, insistente y buen complemento. Pero no una genialidad. Podría continuarse la historia de Jaguar mencionando la miríada de remixes banales que buscaban no se sabe qué. Dejémoslo, con el original y su Venganza, ya estamos servidos. Solo nos falta la presencia.



"¡¡¡Jaguar!!!" es un artículo de JM Costa.

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