1 abr 2011

Theo Parrish, el último "housemaster"



"La música debería ser más que un simple trabajo. Debería ser una pasión. Debería ser algo que incluso no viésemos como un trabajo". Theo Parrish a Resident Advisor, 2008.

Lo de Theo Parrish no es ni medio normal. Un ritmo de producción trepidante, sincera y profundamente soulera que el paso del tiempo parece no apaciguar. A pesar de llevar produciendo un largo tiempo, todo el lío empezó -hablando en términos de popularidad- con aquel sublime remix de Carl Craig (el tremendo clásico Falling Up), un pelotazo al alcance de muy pocos. Profundamente respetuoso con el house y con tablas detroitianas, fue una remezcla que apareció en todas las sesiones imaginables, dando la vuelta al mundo en pocas semanas. Su plataforma de presentación al público "blanquito". Su primer hit interplanetario.


A partir de ahí su nombre se agigantó pasito a pasito. Los míticos Ugly Edits, donde expone su faceta más tradicionalmente disco-funk -desde Minnie Ripperton o The Dells pasando por Quincy Jones, Funkadelic o Willie Hutch- incrementaron su popularidad a ojos de los americanos. Esa fue la verdadera catapulta de Parrish al cielo. Esa y Sound Signature, su proyecto, un sello peculiar de pies a cabeza: prensajes ultralimitados, una sólida y depurada selección de lanzamientos y precios al alcance de pocos, especialmente en estos tiempos de crisis galáctica.
Nacido en Washington pero crecido en Chicago, su tratamiento del sonido le coloca en paralelo al de muchos músicos de jazz contemporáneos con especial aprecio por el soul. Su primera grabación (1995) ya era un aviso para navegantes: Lake Shore Drive, al cincuenta por cien con la leyenda de Detroit Kenny Dixon Jr -bajo el alias deep Moodyman- era una de las gemas escondidas de ese año.


Theo Parrish: Lake Shore Drive (KDJ, 1995)

Hubo que esperar tres años más para verle debutar en un larga duración. Peacefrog, que atravesaba entonces su mejor época (Planetary Assault Systems, Luke Slater, Paul Johnson o Glenn Underground estaban algo por encima en la hoja de preferencias del sello inglés), editó un disco recopilatorio de sus primeros maxis que pasó bastante desapercibido entre la masiva maraña editorial de la electrónica (eran años de auge descontrolado de géneros tras los que venían los subgéneros pertinentes) que es un LP como la copa de un pino. Mitad deep, mitad soul y totalmente funk, una reciente escucha tras algunos años me recuerda el buen sabor de boca que me dejó instalado en el subconsciente. Líneas de bajo inspiradísimas, profundidad marina, carácter y merecidas comparaciones con Larry Heard. Hay que rescatarlo del polvo ya.


Theo Parrish: Sweet Sticky (de Lake Shore Drive)

A pesar del relativo éxito de crítica y el ligero apoyo mediático del que gozó, el álbum no vendió demasiado, lo que llevó a Parrish a traspasar el proyecto a su sello Sound Signature. Era el año 2000. Las mil copias  prensadas de su segundo disco, el muy cósmico Parallel Dimensions, desaparecieron de las tiendas como lluvia en el asfalto español en el mes de agosto. El sello soulful de San Francisco Ubiquity lo reeditó convenientemente en 2004. A partir de entonces el label va ganando protagonismo en su vida. Sound Signature es una de las marcas con más personalidad salidas de la gran maraña del house norteamericano desde mediados de la década pasada. El pulso a Sun Ra de Violet Green sigue sonando majestuoso, compruébenlo.


Theo Parrish: Violet Green (de Parallel Dimensions)

El futuro de lo que antes conocíamos como house music ya pasa por sus manos durante el año 2001: el toque clásico de I Can't Take o la pulsión rítmica africana de Dreamer's Blue le dan otro aire más sofisticado. En el año 2002 el planeta dance mira con excitación al drum and bass. Roni Size o Krust levantan la veda del sonido rave instalado en el jungle y lo llevan a las listas de éxitos inglesas con sendas obras de peso. Theo sigue con su cruzada (Solitary Flight, bendito track) y produndiza en lo más hondo del house. Ese año sale también una tirada limitadísima de sus primeros cd-mix (Contemphorhythms). En 2004, Parrish ensambla a imagen y semejanza de Carl Craig y sus Detroit Experiment su particular combo soulero The Rotaring Assembly. Craig cuenta en su disco con celebridades del jazz (Marcus Belgrave, Regina Carter o Regi Allen) mientras Parrish tiene que conformarse con un presupuesto algo menor para sacar el proyecto adelante. El resultado final es un disco de soul con alma house pero sin demasiadas canciones memorables. Desarrollos suaves y tramados instrumentales sencillos para lo que podría o debería haber sido un proyecto con madera y ambición. Bajo mi punto de vista, Parrish pierde en esa comparación con Craig. En cuanto a sus producciones en solitario, a pesar de ser músicos muy distintos con objetivos meridianamente parecidos, la cosa está más igualada de lo que muchos creen. Desde 2004 hasta hoy, sus pisadas se han extendido por todos los clubes y sus méritos, aumentado. Sound Sculptures Vol. 1 (2007), de hecho, le proyecta como algo más que un "simple" músico de house y le labra cierto culto en circuitos alejados a la música negra. Para mi es su mejor disco, una pestaña por encima de su predecesor. Pero siempre hay y habrá polémica cuando hay algo más que veinteañeros alrededor. Hace poco unas declaraciones suyas para Scion acerca de los laptop dj's crearon cierta polvareda en algunos circuitos. Si les sobra tiempo échenle un vistazo y no se les ocurra perderse los comentarios, entre los cuales figuran los de François Kevorkian, el mismo Parrish y una montaña de geeks envenenados por las circunstancias.

Mientras escribo estas líneas, un nuevo lanzamiento ve la luz en nuestras antípodas. Bueno, en realidad son dos.


Theo Parrish, Osunlade, Rick Wilhite - Blame It On The Boogie (2011)
Si quieren conocer más detalles sobre este grande no duden en hacerse con la revista The Wire del pasado mes de febrero, donde en dos páginas de entrevista, desgrana a pedacitos su apasionante cabeza. Háganlo porque este señor se prodiga poco en prensa. Compren su música y formen parte de algo realmente excitante.